VI Carta a los Acomodados

         Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi Palabra y no has negado mi nombre. 

          He aquí, Yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, Yo haré que vengan y se postren a tus pies y reconozcan que Yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes para que ninguno tome tu corona.

          Al que venciere Yo lo haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá de aquí, y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la Ciudad de mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.

          El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las  iglesias (Ap.3,7-13).

 

VII Carta a los Autosuficientes

          Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el amén, el Testigo Fiel y Veraz, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: ¡Yo soy rico, me he enriquecido y de ninguna cosa tengo necesidad! Y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.      Por tanto, Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez, y unge tus ojos con colirio para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete.

          He aquí, yo estoy en la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.

          El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias (Ap.3,14-22).

 

 

TEMA III

 La Verdad de los Siete Sellos del Apocalipsis Apocalipsis Libro No Sellado El Trono

          Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: “Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después”. 

          Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el Trono. El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y a la cornalina; y un arco iris alrededor del Trono, de aspecto semejante a la esmeralda. Vi veinticuatro tronos alrededor del Trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas.

          Del Trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del Trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios. Delante del Trono como un mar transparente  semejante  al cristal (Ap.4,1-6).

Los Vivientes: Simbolismo de los Cuatro Vivientes

          En medio del Trono, y en torno al Trono, cuatro vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer viviente como un león; el segundo viviente como un novillo; el tercer viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo. Los cuatro vivientes tienen seis alas cada uno, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: Santo, Santo, Santo, Señor, Dios todopoderoso, Aquél que Era, que Es y que va a venir. Y cada vez que los vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el Trono y vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el Trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del Trono diciendo: 

          “Eres digno, señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue creado (Ap.4,7-11).

El Libro de la Vida

          Vi también en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro, escrito por el anverso y el reverso, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso que proclamaba con fuerte voz: “¿Quién es digno de abrir el libro y soltar sus sellos? “  Pero nadie era capaz, ni en el cielo ni en la tierra ni bajo la tierra, de abrir el libro ni de leerlo. Y yo lloraba mucho porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro ni de leerlo. Pero uno de los ancianos me dice: “No llores; mira, ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David; Él podrá abrir el libro y sus siete sellos” (Ap.5,1-5).

Visión del Cordero

          Entonces vi, de pie, en medio del Trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra. Y se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el Trono. Cuando lo tomó, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno, una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los Santos. Y cantan un cántico nuevo diciendo: “Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre  hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra.”  

          Y en la visión oí la voz de una multitud de ángeles alrededor del Trono, de los vivientes y de los ancianos. Su número era miríadas de miríadas y millares de millares, y decían con fuerte voz: “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza,

la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.”                            

          Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: “Al que está sentado en el Trono y al Cordero, alabanza, honor, Gloria y potencia por los siglos de los siglos.”

          Y los cuatro vivientes decían: "amén;" y los ancianos se postraron para adorar (Ap.5,1-14).

Los Cuatro Jinetes El Primer Jinete del Primer Sello. Los Salvados

          Y seguí viendo: Cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, oí al primero de los cuatro vivientes que decía con voz como de trueno: "Ven". Miré y había un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor, y para seguir venciendo (Ap.6,1-2).

El Segundo Jinete del Segundo Sello. Los Violentos

          Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: "Ven". Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar la paz de la tierra para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande (Ap.6,3-4).

El Tercer Jinete del Tercer sello. Los Autosuficientes

          Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: "Ven". Miré entonces y había un caballo negro; el que lo montaba tenía en la mano una balanza, y oí como una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: “Un litro de trigo por denario, tres litros de cebada por un denario. Pero no causes daño al aceite y al vino” (Ap.6,5-6).

 Cuarto Jinete del Cuarto Sello. Los Indolentes

          Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: "Ven". Miré entonces y había un caballo verdoso; el que lo montaba se llamaba Muerte, y el Hades le seguía. Se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra para matar con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra (Ap.6,7-8).

El Quinto Sello Los Sacerdotes y Mártires por Cristo

          Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. Se pusieron a gritar con fuerte voz: “¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?” 

 

 

                                                                               

          
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