Anuncio de la Ejecución de la
Justicia Final
Tocó el Séptimo Ángel…
Tocó el séptimo ángel su trompeta, y en el cielo resonaron
fuertes voces que decían: “Ha llegado el reinado sobre el mundo
de nuestro Señor y de su Cristo, y Él reinará por los siglos de
los siglos”.
Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos
delante de Dios se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios
diciendo: “Señor, Dios todopoderoso Aquél que Es y que Era te
damos gracias porque has asumido tu gran poder y has establecido
tu Reino (Ap.11,15-17).
Esta séptima
trompeta es un canto de alegría, de gozo y de adoración a la
gloria y el poder de Dios que ha hecho que triunfe en todo el
mundo la salvación de Cristo. Es “la tierra nueva y el cielo
nuevo” que será levantado a la Nueva Jerusalén anunciada, y en
los cielos hay gran júbilo y acción de gracias.
Aquél que Es y Era
y que vendrá, se dice también al principio del Apocalipsis.
Después de tantas tribulaciones y luchas
por las que ha pasado el pueblo de Dios, llega el reinado de
Cristo victorioso. Por esto dice:
Las naciones se habían encolerizado;
pero ha llegado tu cólera, el momento de juzgar a los muertos, y
de recompensar a tus siervos los profetas, a tus santos y a los
que temen tu nombre, grandes o pequeños, y de destruir a los que
destruyen la tierra” (Ap.11,18).
Las naciones
que se habían encolerizado son
las religiones que aunque buscando a Dios, pero creyéndose cada
una en la Verdad, no habían encontrado el mensaje de Jesús que
es la unidad en el Amor, sino que con afán cada una de ellas
defendía sus propios credos, sus diferencias, y no veían el
mensaje de unidad que proclamaban y repetían los profetas de
Dios, pues en medio de ellas, el enemigo había sembrado la
cizaña de la división, para así impedir lo que quiere nuestro
Señor: que no miremos nuestras diferencias, sino que miremos lo
que nos une. Y lo que nos une es un Padre común a todos, y un
Amor fraternal a toda la humanidad porque somos hermanos. Nos
une la Verdad, el mismo Camino, nos une Cristo que vino a salvar
a todos, sin ninguna distinción por sus credos. Así se ve
reflejado en la visión del sexto sello donde se ve “una
muchedumbre inmensa que nadie podía contar,